8 de enero de 2010

Hoy mastiqué chicle y no me caí

Anoche, en medio del fresquito de invierno que ha llegado para detener la ebullición de nuestros cerebros sub-desarrollados, hablaba con mi esposa sobre mi prematura crisis de edad media.
Esta crisis, que me ha llegado a los 26 añitos de edad, consiste en que me he dado cuenta (o al menos eso creo) de que estoy echando mi vida al basurero. Todos los días me despierto pensando en qué sería de mí si me hubiese concentrado en hacer lo que siempre he querido en lugar de hacer lo habitual en nuestra islita: Terminar el colegio, estudiar una carrera tradicional con miras a conseguir un buen trabajo y vivir una vida tranquila haciendo rico a otro con el sudor de mi frente. Hasta aquí todo me ha salido bien.
Pero la realidad e sque desde hace meses, y posiblemente años, mi vida ha sido una rutina insoportable:

1) Me levanto, 2) voy al trabajo, 3) almuerzo, 4) vuelvo al trabajo, 5) me voy a mi casa, 6) ceno, 7) le doy un besito a mi esposa y 8) me voy a dormir.

De verdad esa es la vida de un ser humano? Cómo puede alguien sentirse satisfecho con esta monotonía e insipidez en la vida?
Yo quiero viajar, conocer el mundo, levantarme a la hora que yo quiera, trabajar para mi beneficio, darle un besito a mi esposa cuando quiera, no cuando pueda; en fin, ser libre.
Yo no nací para ser uno más del montón, un robot sin sentimientos, sin esperanzas, sin futuro.
Yo quiero ser como aquellos que persiguen sus sueños sin importar lo que piensen los demás, sin pensar en las consecuencias que conlleva el fracaso.

Luego de una hora de quejarme por lo insignificante de mi vida, mi querida esposa me dió un consejo que me dejó sin palabras por lo estúpido que se escuchó en el momento: "Escribe un blog".

"En qué me puede ayudar esto"? - pensé.

Pues parece que Dios habló a través de ella, porque ahora mismo, escribiendo estas palabras, me siento completo, siento que puedo hacer lo que me proponga, lo que desde pequeño hacía pero nunca le di la importancia que merecía: escribir.
Por eso a partir de ahora, me dedico a plasmar en letras todo aquello que me haga sentir bien, mal, en fin, que me haga sentir. No importa que al final esto quede como un hobbie. Gracias a esto, durante una hora de cada día que me queda por vivir, seré la persona que debí ser.